sábado, 3 de septiembre de 2011
18º TRAIDOR
Se veían las luces de las hogueras alrededor de la aldea, todos desenvainaron sus sables en una mano y en la otra una pequeña daga, la usarían para degollar, era tan filosa que la llevaban en doble funda y siempre la sacaban con cuidado, porque el corte sería hasta el hueso.
Se acercaron sigilosamente, sus caras y manos tiznadas con carbón, sus ropajes negros para confundirse en las sombras. Uno a uno, fueron cayendo los centinelas, al quedar sin defensa que alerten su presencia, se acercaron a las tiendas. La daga rasgaba la tela y entraban para realizar su venganza sobre los que aún dormían, la sangre bañaba el suelo, las botas embarradas de sangre y arena iban dejando huellas por toda la aldea. Llegó el amanecer sin que nadie presentara lucha, guerreros, hombres, mujeres y niños fueron masacrados esa noche. Dejaron una sola tienda sin entrar. Y así como llegaron, se fueron en silencio por donde vinieron.
Al amanecer el jefe de la aldea se despierta, algo raro lo despertó de su sueño de oro y agua, se incorporó y se puso a escuchar. El silencio lo despertó.
Al salir de la tienda no vio a nadie en sus quehaceres cotidianos, ni a los niños jugar, el capitán de sus hombres no lo despertó para darle las novedades de la mañana.
Lo que sintió fue el olor, el olor característico e inconfundible de la sangre, ese olor dulzón, pegajoso.
Se acercó a la tienda más cerca y entró, el horror se pintó en su rostro, la palidez llegó rápidamente al ir comprobando tienda por tienda.
Se sentó al lado de una hoguera apagada pero aún humeante. Se tomó la cabeza entre las manos igual como hizo Moreno tres días atrás. Entre lágrimas sacó un cuchillo de entre sus ropas y de un solo golpe se lo clavó en el estómago, con tal fuerza que la punta se clavo contra la espina dorsal. Mientras moría desangrado lentamente, recordó las palabras de Moreno tiempo lejano atrás, “serás mi amigo eternamente, hasta que uno de los dos decida interponerse en el camino del otro, y entonces ese traidor tendrá la visita de la muerte”.
viernes, 10 de junio de 2011
17º LAGRIMAS AMARGAS
La sombra refrescaba a Moreno, el día en el desierto es largo y caluroso, las actividades más laboriosas se realizan en el atardecer, por las noches la gente se reúne alrededor del fuego para escuchar las historias que los viejos contaban. Historias basadas en realidades y mitos, donde se volvían a vivir las batallas ganadas y perdidas en el pasado. Lo que no sabía ese muchacho, es que se convertiría en leyenda y sus batallas serían narradas una y otra vez durante siglos.Como siempre que tenía tiempo, afilaba su gumía con una piedra que le regaló su gran amigo Khalîl con el que compartía casi todas las incursiones exploratorias. Confiaba ciegamente su vida a él, años atrás se convirtieron en hermanos de sangre, al mezclar su sangre luego de una batalla, creando así un pacto que duraría hasta la muerte de uno de los dos.El capitán volvió con el grupo de exploradores, cansados y sedientos, antes de saciar la sed dio la orden para que den forraje y agua los caballos. Luego se sentó al lado de su jefe a tomar y compartir su agua. Las sombras se alargaban y los hombres encendieron sus fuegos. Moreno podía intuir que el aguerrido capitán tenía preocupaciones, se le notaba en el semblante, sus ojos iban y venían, como buscando respuestas a las preguntas que se hacía internamente. -Bajo el cielo del desierto se viven obscuros sueños, -le dice Moreno, mientras seguía afilando su terrible daga con mucha tranquilidad.El hombre palideció al oír esas palabras, que por suerte su jefe no pudo ver al encontrarse ensimismado en sus pensamientos y el afilado de su cuchillo curvo. El salir de patrulla había sido una excusa para encontrarse a escondidas por la noche con un enviado de una tribu enemiga, pero bastante lejana, o eso creía hasta ese momento. Bien entrada la noche, lejos de sus hombres dormidos y perdidos entre las dunas, se encontraron los dos. -Saludos mi querido capitán –susurra el intrigante haciendo una reverencia digna de un enviado real. -¿A que me traes aquí, sabiendo que corro peligro de muerte por parte de mis hombres si me ven contigo? –le dice con el ceño fruncido y con la mano sobre el mango de su espada. -Noticias que pueden salvar tu vida y quizá convertirte en jefe y dueño del oasis, -susurra nuevamene-, como para que las palabras causen el efecto esperado. De vuelta junto con sus hombres que dormían sin haberse percatado de su salida, pensaba las acciones que debería tomar. Los hechos no los podía cambiar ni el futuro, el hombre que enviaron era por demás elocuente y sabía remarcar las palabras, que luego quedaron dando vueltas en su mente. Muerte y esclavitud fueron las palabras que mas resonaron, también la frase: “triplicamos la cantidad de guerreros que tienen uds. Eso fue lo que lo decidió. Un escalosfrío recorrió su espalda, se tapó con la manta y trató de dormir, los próximos días serían de mucha presión. En realidad la vergüenza le carcomía el corazón y estaba entre la espada y la pared. Era él y su familia o el liderazgo de la tribu. El amanecer le sorprendió despierto, se limpió la cara para que los hombres no vieran las lágrimas amargas que derramó durante la noche.
lunes, 6 de junio de 2011
16º DAGA
Por la cara del viejo corrían gruesas lagrimas al recordar ese día, pasaron muchísimos años, pero el calor y el dolor de ese día no se borrarían jamás de su mente ni la sangre de sus manos. Mientras sollozaba por el recuerdo un pez mordió el anzuelo de su caña, se enjugo las lágrimas y se levantó para la pesada tarea de luchar con el pez hasta sacarlo del agua.
Puso cara de piedra para que sus hombres y la gente del oasis no vieran su dolor y salió de la tienda. Afuera lo esperaban tres hombres que lo escoltaron hasta el traidor, lo custodiaban hasta estar seguros que nadie más intentaría asesinar a su jefe.
El hombre sangraba por muchos lados, la sangre que escurría por sus pies indicaban que le cortaron el tendón de Aquiles, así no podría escapar. Arrodillado gemía de dolor, a pesar de su fiereza, los hombres del León sabían como infringir dolor, hasta el más aguerrido y valiente hombre gritaría. Un pequeño fuego ardía cerca de ellos y varios hierros se calentaban entre sus brasas. El espectáculo no sería digno, pero necesario. Tenían que saber quien podría haber tentado a la traición al hombre que más confianza tenía Moreno en el desierto. La única forma que hable sería bajo tortura, de esto no se enorgullecían su gente pero si de sus técnicas aprendidas y mejoradas con el paso del tiempo.
Perdóname Khalîl por lo que deberé hacer le dice su jefe y con un gesto indica el fuego, los hierros al rojo vivo descansaban esperando la oportunidad de quemar carne. El torturador tomo uno de los hierros y comenzó pacientemente a clavarlo en la espalda mientras los alaridos inundaban el aire, cuando se desmayaba esperaba que se despertara mientras calentaba los hierros en la fogata.
Moreno sufría la tortura, casi podía sentir los hierros en su propia piel, rogaba que confesara pronto quien le pagó para asesinarlo, así pondría fin a su dolor. Pero el hombre no hablaba, quería demostrar que se merecía la tortura por la cobardía de la traición, el mismo se castigaba.
Pasaron las horas, en la noche el verdugo cansado le hace una seña negativa con la cabeza, Moreno sabe que su capitán no confesará quien fue el instigador. Se acerca al condenado a muerte, le mira con cariño a los ojos y se despide acariciando su cabeza fraternalmente, en ese momento la daga penetró profundamente hasta llegar a su corazón, sostuvieron la mirada hasta que el último suspiro abandonó su cuerpo. Sus manos quedaron manchadas con la sangre de su amigo.
Khalîl fue descuartizado y colgado de las palmeras en los alrededores del oasis, para que todos puedan ver como se paga la traición.
El viejo limpiaba el enorme pescado, sus manos estaban llenas de sangre y tripas del pez. Cansado se incorpora para descansar la espalda y se da cuenta con la que lo estaba desollándolo, la tristeza le invadió y con todas sus fuerzas arrojó la vieja daga al mar y se fue hacia su choza dejando el pescado para comida de las gaviotas.
Las lágrimas caían en la arena dejando un sendero de dolor a su paso.
lunes, 30 de mayo de 2011
15º ARENAS
El viejo limpiaba unos pulpos que había pescado entre las rocas mientras recordaba aquella batalla. Hacía varios días que no podía salir a pescar por la tormenta, pero apenas amainó salió a la playa en busca de comida, en el trayecto por la arena encontraba los restos que dejó el mar embravecido. Cajas y pedazos de redes de los barcos, pensó que a la vuelta tendría tiempo de buscar algo que le sirviera para su choza.
Caracoles, ostras y maderas desparramados por todos lados, pero algo unos metros delante de el le llamó la atención, era una caracola enorme e intacta, la tomó entre sus manos viejas y cansadas. Era perfecta, un color nacarado y rosáceo por dentro que lo maravillo. Se llevó la caracola al oído y pudo disfrutar el sonido del mar. Años atrás un pescador le contó el porque de este fenómeno. Le dijo que antiguamente el hombre vivía en el mar, luego evolucionó y salió del mar para poder usar las piernas. Pero que tiempo después el hombre extrañaba tanto el mar que se sentaba en la arena a mirar las olas durante horas. El mar se apiadó de él y le regaló las caracolas, para que estando lejos de lo que más amaba pudiera oír le ruido del océano en la caracola. Y por eso hoy, se podía encontrar al hombre feliz escuchando ese ruido tranquilizador en cualquier lugar que estuviera. Guardó el tesoro encontrado en su bolso de pesca y siguió recorriendo la playa hasta llegar a las rocas en donde seguramente encontraría el manjar tan deseado.
Los hombres esperaban en silencio que su jefe les diera la orden de atacar, éste miraba impasible el grupo que cada vez se acercaba más a ellos. Tenían el sol de frente y esto les hacía imposible calcular la cantidad exacta de los enemigos que iba a su encuentro. Moreno buscaba una estrategia en su mente, pero nada se le ocurría, sus hombres impacientes ya, tenían sus manos en los sables listos para pelear por sus familias y el oasis.
Recordó que días atrás cerca de donde estaban habían encontrado arenas movedizas, entonces con una idea en su mente les gritó unas indicaciones a los hombres y emprendieron la huída.
El grupo atacante gritó de júbilo al ver huir cobardemente a “el león” y sus hombres, tal fue la indignación de verlos escapar que los persiguieron ciegamente.
Esto es lo que esperaba Moreno, enfilaron ahcia las traicionera arenas tratando de levantar una gran nube de polvo detrás de ellos. Al llegar al sitio pasaron divididos por los costados, luego siguieron unos metros y desmontaron de sus caballos esperando la embestida del enemigo.
Los primero jinetes con sus alfanjes en las mano y las riendas en la otra, cayeron de sus caballos al enterrarse de súbito en la arena por el ímpetu de la carrera. Las caras de sorpresas lo dijeron todo, no pudieron ni gritar avisando al resto, ni para pedir auxilio, más de diez cayeron en la trampa de arena, el resto se dio cuenta de lo que sucedía y eludieron el terreno movedizo. Un tercio del grupo quedó enterrado allí. Sonriendo Moreno desenvainó su espada y comenzó a luchar.
El viejo con su bolsa cargada de pulpos emprendió el regreso para preparar la comida, cada tanto se llevaba la caracola al oído y sonreía de placer.
viernes, 20 de mayo de 2011
14º SEDIENTOS
La paciencia de los hombres se estaba acabando, las manos en los pomos de sus alfanjes y los dedos en los gatillos de los fusiles se movían nerviosamente. Un gruñido bajo y descarado enfocado a la pasividad de su jefe hubiera sido motivo suficiente para que Moreno mandara cortar varias manos por la insolencia. Pero no hacía nada, ni siquiera los miraba, seguía en su afilado con mucha parsimonia, podría decirse que lo hacía a propósito. Como si los estuviera probando ante la sed de muerte, sangre y arena de sus valientes. Largos minutos pasaron, interminables y eso que en el desierto no existe el tiempo, se cuenta por noches y lunas en realidad. Pero para ellos esa espera nerviosa significó la eternidad. Nadie se atrevió a decir palabra, solo se quedaron ante él, pero ahora con miedo, esa paciencia significaba que el desenlace era inminente. Comenzaron a sudar, más de lo normal en realidad, se miraban buscándose entre ellos quien sería el que pagaría la grosería de presentarse así ante el León. Las manos dejaron de lado las empuñaduras, y los fusiles descansaron apoyados en la arena. Las caras se fueron relajando y dejaron de buscar el castigo en su mente. De a poco comenzaron a sonreír, casi como una mueca, pero fue creciendo hasta convertirse en una risa, pero no una risa histérica, era de alivio. Moreno dejó su espada, enderezó el cuerpo dolorido por la posición en cuclillas y los miró detenidamente uno por uno.
Las risas se fueron apagando dejando una calma en sus corazones y mentes, se les acercó con el alfanje en la mano y le fue tocando el hombro a cada uno en señal de amistad. Ahora, con alegría en el pecho podemos partir en busca de sangre, fue lo único que les dijo.
Y así partieron todos a caballo, en silencio con los corazones rebosantes de dicha. De ese día en más entraron en infinidad de batallas y no necesitaron nunca más de la furia o el coraje para luchar.
domingo, 8 de mayo de 2011
13º VALIENTE
Pero esta lucha era desigual, un tajo importante lo estaba desangrando a morir, si no terminaba rápido la contienda y atendía su herida, moriría en minutos. En ese instante tuvo la solución, con una pose de arrogancia y apoyándose en su espada, los miro y les preguntó quien sería el primer valiente que lucharía con él. Los tres hombres se miraron entre ellos sin saber quién sería el que daría el primer golpe. El más bajo le hizo una reverencia y comenzó la lucha, en tres golpes yacía muerto en un charco de sangre por el alfanje que le atravesó el cuello. Volvió a su postura de indiferencia y les dijo que les perdonaba la vida si dejaban sus armas. Solo uno lo hizo, el otro con los ojos llenos de odio escupió al suelo demostrando el desprecio que le tenía. Esa fue su perdición, Moreno instaba a sus guerreros a luchar sin emociones, que solo pensaran en sus familias, cada golpe de sus espadas los acercaba más a ellos. Golpeando ciegamente por la furia el hombre en pocos minutos estaba agotado, casi sin fuerzas para levantar su arma y sudando a mares.
Luego de un momento se arrodillo y tiró su espada lejos, en prueba de rendición. Moreno de una sola estocada atravesó el corazón del hombre y mirando al otro le dice que solo fue porque le dio la oportunidad de vivir y no la acepto. A todo esto los demás observaban la escena mientras revisaban a los caídos buscando pertenencias de valor. Dejen el resto a los buitres les dice su jefe, pero que este valiente encuentre su caballo con suficiente agua para regresar a su aldea. Diles a los tuyos que Asad el león del desierto es justo con los justos y cruel con los injustos y que siempre estará esperando la oportunidad para llenar su espada de sangre enemiga. Y sin más palabras deja ir al último guerrero en su caballo, esperó hasta que éste desapareciera de su vista para dejarse caer en la arena pidiendo ayuda a sus guerreros. La herida fue curada y partieron hacia sus familias, cargando con los muertos, porque ningún valiente sería pasto de los carroñeros.
lunes, 18 de abril de 2011
12º SUEÑOS
Las lágrimas no cesaban, su corazón estaba partido en mil pedazos, se culpaba de haber partido hacia la aventura, se debería haber quedado con ella, vivir la vida y tener hijos con ella. Ahora era tan claro, la vejez permitía mirar hacia atrás y evaluar todas las partidas ganadas y todas las derrotas asumidas. Pero todo era desolador, sospechaba hace mucho tiempo que Elizabeth ya no existía más que en sus recuerdos, era algo que sentía en su pecho, una congoja que se quedaba mucho tiempo con él.
Recordó una y otra vez los pocos momentos vividos con ella y pedía perdón en silencio por no haber sido lo que ella quería, por haber buscado otra vida, una vida de aventuras para convertirse en hombre, seguir un sueño creyendo que otros sueños esperarían por él. La cruda realidad en sus setenta años le decía que ya le quedaba poco tiempo en la vida y que esos momentos los viviría amargado y triste, soñando por lo que no fue ni será en vida.
A veces tenía sueños por las noches y cuando dormitaba en el atardecer a la sombra del faro, sueños de un bosque y una mujer envuelta con un vestido blanco que parecía flotar alrededor de ella, la mujer le sonreía y señalaba con su mano hacia el bosque, un sendero marcado por piedras en sus costados. Se oían ladridos a lo lejos a lo cual la mujer le decía que aún no era tiempo de buscarlo, pero que pronto sería el encuentro. Y riéndose desaparecía despidiéndose a lo lejos con el brazo levantado. Se despertaba agitado por el sueño, pero sin miedo, solo intrigado que siempre soñaba lo mismo y se preguntaba quien sería esa mujer que parecía un hada. El saludo de despedida de ella le resultaba conocido, pero estuvo en tantos puertos y vio tantos brazos agitándose despidiendo a los que partían que le parecía normal reconocer el saludo.
El llanto iba menguando, la tarde iba muriendo junto con el corazón del viejo, la pipa apagada hace rato a un costado en la arena sucia de algas. Los ojos derrotados de Moreno miraron el horizonte una vez más, como si esperara que un barco volviera a buscarlo para sacarlo de la soledad, para volverlo a la vida.
Un suspiro, una sacudida enérgica a su pipa para limpiarla de la arena y con lentitud emprende la vuelta a su choza.
sábado, 19 de marzo de 2011
11º COMETA
La fiebre iba y venía, en los momentos que el ardor disminuía aprovechaba para recorrer los alrededores de la tienda improvisada para buscar algún indicio de agua, alimento o poblado. La infección generalizada no podía pararla, no era solo un corte de su última batalla, eran muchos tajos imposibles de curarlos todos. Pero igualmente preparó un fuego y calentando una vez más su daga al rojo vivo cauterizó nuevamente sus heridas, se desmayo varias veces, entre el olor a carne quemada se sentía el olor dulzón fuerte de la putrefacción, se acercaba el fin, lo sabía y se recostó a soñar con los ojos abiertos, una playa y el romper de las olas en una escollera le hacían sonreír, veía a Elizabeth correr hacia él y arrojarse en sus brazos para caerse en la arena los dos riendo y sabiendo que no habría momento más perfecto que ese, se miraban a los ojos mucho tiempo, guardando en sus mentes cada detalle ínfimo del rostro del otro. Ella le decía que jamás sería tan feliz como ese día, el grababa en su mente el rostro suave y feliz de Elizabeth y pensaba en la forma de decirle que emprendería un viaje en poco tiempo. Las lagrimas comenzaron a caer, una a una se fueron juntando en su cara y siguieron su camino hasta el cuello donde quedaron sobre un amuleto que hacía poco una vieja de una aldea le regaló para que esté protegido. El solamente se rió y se colgó el amuleto sobre su pecho, era una serpiente que se mordía la cola, el símbolo del infinito.
Se despertó cuando ya anochecía, la fiebre le hacía delirar y perdía la noción del tiempo, no sabía cuanto tiempo pasó descansando en la tienda, horas, días o semanas.
Miró el cielo estrellado, un cometa famoso estaba surcando los cielos en ese tiempo, maravillado se levantó para poder verlo mejor, del otro lado del mundo en ese momento Elizabeth recibía una visita que le dejaría un amuleto para su protección.
Las luces de una caravana se reflejaban en la noche, de no haberse incorporado no las habría visto, a los tropezones se dirigió hacia ellos para pedir ayuda mientras acariciaba su amuleto lleno de lágrimas.
A lo lejos un perro negro lo observaba atentamente.
sábado, 5 de marzo de 2011
10º INFIEL
Karima fue desmembrada y arrojada entre las dunas para que los chacales dieran cuenta de los restos sin más ceremonias que la de la lucha por los huesos.
El hombre fue empalado en la entrada de la aldea para mostrar a los viajeros lo que les esperaba si intentaban tomar ventaja de alguna mujer casada.
Moreno se internó en el desierto cuando el sol caía por el horizonte y se sentó en una duna a descansar, recordaba cuando Karima le salvó la vida, pero esa es otra historia.
martes, 22 de febrero de 2011
9º EL REY
La luz volvió a sus ojos poco a poco, pero su mente aletargada por la fiebre no podía dilucidar en donde estaba ni siquiera que día era. Repetía el nombre Elizabeth una y otra vez, mientras pedía agua. Pronto sus labios probaron un líquido tibio y picante, un té fuerte y espeso calmó el suplicio. Con la mente más fresca comenzó a recorrer el lugar con la mirada, grabando cada detalle de lo que veía, quizá así pudiera reconocer a su enemigo. Un anciano se acercó a mirar su herida mientras un muchacho joven de no más de quince años montaba guardia en la entrada de la tienda con un enorme sable que tenía incrustaciones de oro y rubí.
Lo saludó con la alegría de todo paciente que se siente atendido y le agradeció que lo haya salvado, evidentemente el joven hacía guardia cuidándolos a ellos. El anciano se presentó como un viajante que se dirigía a un pueblo a varios días de distancias para comercializar con especias cuando escuchó el disparo y fue en su ayuda, ahora era su invitado y nadie podría lastimarlo mientras estuviera bajo su tienda, esa era la ley del desierto. Cumplido este protocolo le ofrece otra tasa de té caliente. Pasaron los días, pasaron las noches y de a poco se fue recuperando, solo pensaba quien sería el que le disparó y el porque de eso.
Cuando ya pudo levantarse y pasaron las fiebres comenzó a ejercitar su hombro dolorido, otra cicatriz más en su cuerpo para sumar a las decenas de tajos que tenía por toda su piel. Estaba en sus ejercicios cuando el muchacho llega corriendo y les avisa que un grupo de jinetes se acercaba a su tienda. El viejo pensó un momento y solo le dijo a Moreno, es momento de que partan, le ofrece su antebrazo en señal de hermandad y abraza a su nieto fuertemente para encaminarse hacia el grupo de guerreros que se acercaban raudamente. Alcanzaron a tomar sus armas, aprontar los caballos y un poco de comida para poder irse a galope en dirección contraria a esa horda asesina. Desde lejos vieron como atacaron al pobre anciano sin dejarle defenderse siquiera, la furia de Moreno no tenía comparación con ninguna otra situación, sus ojos miraban empequeñecidos por la ira y el odio absoluto, estuvo a punto de ir en pos de los asesinos cuando recapacito al ver la cara de sufrimiento del muchacho a su lado, debía velar por el chico, así como ellos lo hicieron por él.
Retomaron otra vez su camino mientras los hombres se regocijaban revolviendo la tienda, hasta que los vieron y empezó la persecución. Fueron dos días interminables de miedo, galopaban de día y descansaban de noche, los caballos estaban casi reventados por la huída, no soportarían otro día más, encomendándose a su dios, el muchacho se despidió de Moreno, pensando que partirían al otro mundo en pocas horas. Cuatro horas después los caballos murieron de cansancio, caminando y corriendo seguían con su escapatoria, estaban apunto de enterrarse en la arena para esconderse de los perseguidores cuando alcanzan a divisar a lo lejos el pueblo al que deberían haber llegado de no ser por el infortunio de Moreno. El muchacho saca un cuerno de su bolsa y tomando aire profundamente sopla sacando de este un sonido gutural y agudo al mismo tiempo. Media hora después un grupo de hombres armados hasta los dientes van a su encuentro.
Los hombres desmontaron todos al mismo tiempo y se abalanzaron sobre el joven, al grito de “dadle agua, protegedlo”, “es el rey”, Moreno quedó atónito. Los llevaron dentro de la ciudad, lo cual había creído era un poblado, resultó ser una ciudad de más de medio millón de habitantes. No salía de su asombro, mientras saciaban la sed y comían como animales por el hambre, Moreno miraba atentamente a los guardias que custodiaban al joven rey. Este con su abuelo, acostumbraban a salir al desierto para templar su cuerpo y fortalecer su espíritu, un rey que no conoce su tierra ni a la gente que vive en él, no merece ser rey, así decía el anciano. El muchacho al darse cuenta de la mirada de Moreno, le dice con una sonrisa, tienes mi permiso para llevarte los hombres que quieras, no quiero venganza, quiero justicia. Moreno solo le contesta que él, era la justicia en el desierto, luego de pensar un momento, le da la razón y con un gesto hacia sus guardias les indica, ellos darían la vida por mí y ahora juraran que cuidarán la tuya como si fuera el mismo rey en persona, los hombres se inclinaron frente a Moreno esperando sus palabras. Moreno les manda que se levanten, si hemos de morir que sea como hermanos les dice, y uno por uno mira sus rostros, es la hora de demostrar que la justicia en el desierto solo es de los justos. Dicho esto, se da vuelta y sin una palabra parte en busca del honor. Pero esta historia, quizá la cuente en otra ocasión.
viernes, 11 de febrero de 2011
8º LATIGO
domingo, 6 de febrero de 2011
7º TORMENTA
viernes, 7 de enero de 2011
6º Al-Mumeet
Recorría la playa una y otra vez intentando recordar, las imágenes iban y venían por su mente atormentada, por las noches se despertaba creyendo que se encontraba durmiendo bajo las estrellas del desierto y casi podía sentir el aire caliente atravesado en su garganta. Se miraba las manos creyendo que las encontraría manchadas de sangre, la sangre que tantas veces derramo en pos del bienestar de su gente, su pueblo.
El hombre lo miraba, midiendo la distancia para atacar, daba vueltas alrededor suyo buscando el momento justo para enfrentar su espada con la de él. Moreno lentamente giraba para no darle la espalda, sospechaba que sería una pelea larga, su oponente ostentaba muchas cicatrices en la cara, esto le hizo recordar una historia contada por las noches en las tiendas sobre un guerrero con la cara tatuada de cicatrices por las innumerables luchas que ha tenido y sobrevivido, infinidad de hombres murieron en sus manos. Le decían Al-Mumeet, “El Tomador de Vida”.
Esperó hasta que el sol diera en los ojos del guerrero y atacó, se dio cuenta en el mismo instante de levantar su alfanje para comenzar la lucha que sería anticipado en cada uno de sus golpes como si supiera cada movimiento suyo. Paró el movimiento y lo miró a los ojos, leyendo en ellos la duda, escudriñándolo para ver que haría. Su enemigo solo esperaba, era paciente. Entonces su estrategia sería no tener ninguna, cada ataque sería al azar y sin pensar los golpes siguientes para que no lea en sus ojos cual sería el movimiento. Al sentirse descubierto en su táctica, Al-Mumeet se dio cuenta que ese día moriría en manos de “El León”.
Jadeantes se detuvieron un momento para mirarse mientras se enjugaban el sudor y la sangre, llevaban mas de una hora combatiendo y el sol arrasaba sus cabezas, sedientos los dos. Moreno le hace una señal con la cabeza mostrándole el zurrón con agua que tenía en su caballo, dándole la espalda para demostrarle que no temía una traición por detrás, se encamina hasta el agua tibia pero exquisita. Luego de tomar unos sorbos largos le ofrece al guerrero con la mano extendida el odre para que el beba también. Dudó solo un segundo, dejo su espada clavada en la arena en clara señal de tregua y tomo de la mano de Moreno el recipiente para beber hasta saciarse.
Con una sonrisa en sus caras contemplaron las dunas, sabiendo que uno de ellos quedaría ahí para carne de los buitres. Terminada la tregua cada uno tomó distancia, acomodaron sus ropas y levantaron los sables.
Horas después Moreno llegaba a la aldea, mientras se lavaba la sangre de la cara y las manos, pensaba en el guerrero, Al-Mumeet El Tomador de Vida, así le decían.