viernes, 10 de junio de 2011

17º LAGRIMAS AMARGAS

La sombra refrescaba a Moreno, el día en el desierto es largo y caluroso, las actividades más laboriosas se realizan en el atardecer, por las noches la gente se reúne alrededor del fuego para escuchar las historias que los viejos contaban. Historias basadas en realidades y mitos, donde se volvían a vivir las batallas ganadas y perdidas en el pasado. Lo que no sabía ese muchacho, es que se convertiría en leyenda y sus batallas serían narradas una y otra vez durante siglos.Como siempre que tenía tiempo, afilaba su gumía con una piedra que le regaló su gran amigo Khalîl con el que compartía casi todas las incursiones exploratorias. Confiaba ciegamente su vida a él, años atrás se convirtieron en hermanos de sangre, al mezclar su sangre luego de una batalla, creando así un pacto que duraría hasta la muerte de uno de los dos.El capitán volvió con el grupo de exploradores, cansados y sedientos, antes de saciar la sed dio la orden para que den forraje y agua los caballos. Luego se sentó al lado de su jefe a tomar y compartir su agua. Las sombras se alargaban y los hombres encendieron sus fuegos. Moreno podía intuir que el aguerrido capitán tenía preocupaciones, se le notaba en el semblante, sus ojos iban y venían, como buscando respuestas a las preguntas que se hacía internamente. -Bajo el cielo del desierto se viven obscuros sueños, -le dice Moreno, mientras seguía afilando su terrible daga con mucha tranquilidad.El hombre palideció al oír esas palabras, que por suerte su jefe no pudo ver al encontrarse ensimismado en sus pensamientos y el afilado de su cuchillo curvo. El salir de patrulla había sido una excusa para encontrarse a escondidas por la noche con un enviado de una tribu enemiga, pero bastante lejana, o eso creía hasta ese momento. Bien entrada la noche, lejos de sus hombres dormidos y perdidos entre las dunas, se encontraron los dos. -Saludos mi querido capitán –susurra el intrigante haciendo una reverencia digna de un enviado real. -¿A que me traes aquí, sabiendo que corro peligro de muerte por parte de mis hombres si me ven contigo? –le dice con el ceño fruncido y con la mano sobre el mango de su espada. -Noticias que pueden salvar tu vida y quizá convertirte en jefe y dueño del oasis, -susurra nuevamene-, como para que las palabras causen el efecto esperado. De vuelta junto con sus hombres que dormían sin haberse percatado de su salida, pensaba las acciones que debería tomar. Los hechos no los podía cambiar ni el futuro, el hombre que enviaron era por demás elocuente y sabía remarcar las palabras, que luego quedaron dando vueltas en su mente. Muerte y esclavitud fueron las palabras que mas resonaron, también la frase: “triplicamos la cantidad de guerreros que tienen uds. Eso fue lo que lo decidió. Un escalosfrío recorrió su espalda, se tapó con la manta y trató de dormir, los próximos días serían de mucha presión. En realidad la vergüenza le carcomía el corazón y estaba entre la espada y la pared. Era él y su familia o el liderazgo de la tribu. El amanecer le sorprendió despierto, se limpió la cara para que los hombres no vieran las lágrimas amargas que derramó durante la noche.

lunes, 6 de junio de 2011

16º DAGA

Se olía la traición en el aire, Moreno daba vueltas agarrándose la cabeza con las manos por la desesperación, no podía tomar otra decisión que no fuera la muerte. Pero el era su hermano de batalla, su capitán, su amigo.
Por la cara del viejo corrían gruesas lagrimas al recordar ese día, pasaron muchísimos años, pero el calor y el dolor de ese día no se borrarían jamás de su mente ni la sangre de sus manos. Mientras sollozaba por el recuerdo un pez mordió el anzuelo de su caña, se enjugo las lágrimas y se levantó para la pesada tarea de luchar con el pez hasta sacarlo del agua.
Puso cara de piedra para que sus hombres y la gente del oasis no vieran su dolor y salió de la tienda. Afuera lo esperaban tres hombres que lo escoltaron hasta el traidor, lo custodiaban hasta estar seguros que nadie más intentaría asesinar a su jefe.
El hombre sangraba por muchos lados, la sangre que escurría por sus pies indicaban que le cortaron el tendón de Aquiles, así no podría escapar. Arrodillado gemía de dolor, a pesar de su fiereza, los hombres del León sabían como infringir dolor, hasta el más aguerrido y valiente hombre gritaría. Un pequeño fuego ardía cerca de ellos y varios hierros se calentaban entre sus brasas. El espectáculo no sería digno, pero necesario. Tenían que saber quien podría haber tentado a la traición al hombre que más confianza tenía Moreno en el desierto. La única forma que hable sería bajo tortura, de esto no se enorgullecían su gente pero si de sus técnicas aprendidas y mejoradas con el paso del tiempo.
Perdóname Khalîl por lo que deberé hacer le dice su jefe y con un gesto indica el fuego, los hierros al rojo vivo descansaban esperando la oportunidad de quemar carne. El torturador tomo uno de los hierros y comenzó pacientemente a clavarlo en la espalda mientras los alaridos inundaban el aire, cuando se desmayaba esperaba que se despertara mientras calentaba los hierros en la fogata.
Moreno sufría la tortura, casi podía sentir los hierros en su propia piel, rogaba que confesara pronto quien le pagó para asesinarlo, así pondría fin a su dolor. Pero el hombre no hablaba, quería demostrar que se merecía la tortura por la cobardía de la traición, el mismo se castigaba.
Pasaron las horas, en la noche el verdugo cansado le hace una seña negativa con la cabeza, Moreno sabe que su capitán no confesará quien fue el instigador. Se acerca al condenado a muerte, le mira con cariño a los ojos y se despide acariciando su cabeza fraternalmente, en ese momento la daga penetró profundamente hasta llegar a su corazón, sostuvieron la mirada hasta que el último suspiro abandonó su cuerpo. Sus manos quedaron manchadas con la sangre de su amigo.
Khalîl fue descuartizado y colgado de las palmeras en los alrededores del oasis, para que todos puedan ver como se paga la traición.
El viejo limpiaba el enorme pescado, sus manos estaban llenas de sangre y tripas del pez. Cansado se incorpora para descansar la espalda y se da cuenta con la que lo estaba desollándolo, la tristeza le invadió y con todas sus fuerzas arrojó la vieja daga al mar y se fue hacia su choza dejando el pescado para comida de las gaviotas.
Las lágrimas caían en la arena dejando un sendero de dolor a su paso.