Se olía la traición en el aire, Moreno daba vueltas agarrándose la cabeza con las manos por la desesperación, no podía tomar otra decisión que no fuera la muerte. Pero el era su hermano de batalla, su capitán, su amigo.
Por la cara del viejo corrían gruesas lagrimas al recordar ese día, pasaron muchísimos años, pero el calor y el dolor de ese día no se borrarían jamás de su mente ni la sangre de sus manos. Mientras sollozaba por el recuerdo un pez mordió el anzuelo de su caña, se enjugo las lágrimas y se levantó para la pesada tarea de luchar con el pez hasta sacarlo del agua.
Puso cara de piedra para que sus hombres y la gente del oasis no vieran su dolor y salió de la tienda. Afuera lo esperaban tres hombres que lo escoltaron hasta el traidor, lo custodiaban hasta estar seguros que nadie más intentaría asesinar a su jefe.
El hombre sangraba por muchos lados, la sangre que escurría por sus pies indicaban que le cortaron el tendón de Aquiles, así no podría escapar. Arrodillado gemía de dolor, a pesar de su fiereza, los hombres del León sabían como infringir dolor, hasta el más aguerrido y valiente hombre gritaría. Un pequeño fuego ardía cerca de ellos y varios hierros se calentaban entre sus brasas. El espectáculo no sería digno, pero necesario. Tenían que saber quien podría haber tentado a la traición al hombre que más confianza tenía Moreno en el desierto. La única forma que hable sería bajo tortura, de esto no se enorgullecían su gente pero si de sus técnicas aprendidas y mejoradas con el paso del tiempo.
Perdóname Khalîl por lo que deberé hacer le dice su jefe y con un gesto indica el fuego, los hierros al rojo vivo descansaban esperando la oportunidad de quemar carne. El torturador tomo uno de los hierros y comenzó pacientemente a clavarlo en la espalda mientras los alaridos inundaban el aire, cuando se desmayaba esperaba que se despertara mientras calentaba los hierros en la fogata.
Moreno sufría la tortura, casi podía sentir los hierros en su propia piel, rogaba que confesara pronto quien le pagó para asesinarlo, así pondría fin a su dolor. Pero el hombre no hablaba, quería demostrar que se merecía la tortura por la cobardía de la traición, el mismo se castigaba.
Pasaron las horas, en la noche el verdugo cansado le hace una seña negativa con la cabeza, Moreno sabe que su capitán no confesará quien fue el instigador. Se acerca al condenado a muerte, le mira con cariño a los ojos y se despide acariciando su cabeza fraternalmente, en ese momento la daga penetró profundamente hasta llegar a su corazón, sostuvieron la mirada hasta que el último suspiro abandonó su cuerpo. Sus manos quedaron manchadas con la sangre de su amigo.
Khalîl fue descuartizado y colgado de las palmeras en los alrededores del oasis, para que todos puedan ver como se paga la traición.
El viejo limpiaba el enorme pescado, sus manos estaban llenas de sangre y tripas del pez. Cansado se incorpora para descansar la espalda y se da cuenta con la que lo estaba desollándolo, la tristeza le invadió y con todas sus fuerzas arrojó la vieja daga al mar y se fue hacia su choza dejando el pescado para comida de las gaviotas.
Las lágrimas caían en la arena dejando un sendero de dolor a su paso.
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