domingo, 8 de mayo de 2011

13º VALIENTE

Por su brazo corría la sangre como si fuera sudor, su alfanje mellado por los huesos de los enemigos no daba clemencia, solo ofrecía su duro acero como una extensión del brazo de su amo. Se vio rodeado por tres guerreros y se encontraba solo, sus hombres peleaban cada uno con dos o tres oponentes, si pedía ayuda sus hombres serían capaces de morir por intentar protegerlo. Y no podía darse el lujo de perder más hombres, la sangre de sus valientes regaban la arena como si fuera una ofrenda al desierto. Siempre que volvían a las tienda su mirada se volvía distante al ver las familias que quedaban sin su marido o padre. Pero esto pesaba poco en su conciencia, era la ley del desierto la que imponía tales sacrificios. Era imposible pensar que al salir del oasis volverían todos sanos y salvos. Pero ellos tenían familias que sufrirían y el no. Por eso era siempre el primero en atacar y siempre intentaba proteger a sus hombres en cada lucha.
Pero esta lucha era desigual, un tajo importante lo estaba desangrando a morir, si no terminaba rápido la contienda y atendía su herida, moriría en minutos. En ese instante tuvo la solución, con una pose de arrogancia y apoyándose en su espada, los miro y les preguntó quien sería el primer valiente que lucharía con él. Los tres hombres se miraron entre ellos sin saber quién sería el que daría el primer golpe. El más bajo le hizo una reverencia y comenzó la lucha, en tres golpes yacía muerto en un charco de sangre por el alfanje que le atravesó el cuello. Volvió a su postura de indiferencia y les dijo que les perdonaba la vida si dejaban sus armas. Solo uno lo hizo, el otro con los ojos llenos de odio escupió al suelo demostrando el desprecio que le tenía. Esa fue su perdición, Moreno instaba a sus guerreros a luchar sin emociones, que solo pensaran en sus familias, cada golpe de sus espadas los acercaba más a ellos. Golpeando ciegamente por la furia el hombre en pocos minutos estaba agotado, casi sin fuerzas para levantar su arma y sudando a mares.
Luego de un momento se arrodillo y tiró su espada lejos, en prueba de rendición. Moreno de una sola estocada atravesó el corazón del hombre y mirando al otro le dice que solo fue porque le dio la oportunidad de vivir y no la acepto. A todo esto los demás observaban la escena mientras revisaban a los caídos buscando pertenencias de valor. Dejen el resto a los buitres les dice su jefe, pero que este valiente encuentre su caballo con suficiente agua para regresar a su aldea. Diles a los tuyos que Asad el león del desierto es justo con los justos y cruel con los injustos y que siempre estará esperando la oportunidad para llenar su espada de sangre enemiga. Y sin más palabras deja ir al último guerrero en su caballo, esperó hasta que éste desapareciera de su vista para dejarse caer en la arena pidiendo ayuda a sus guerreros. La herida fue curada y partieron hacia sus familias, cargando con los muertos, porque ningún valiente sería pasto de los carroñeros.

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