viernes, 11 de febrero de 2011

8º LATIGO


Hacía rato que la pipa no echaba humo, tan entretenido estaba que se olvido de fumar. Entre las piedras luego que la marea se retiraba encontraba los pulpos más deliciosos que se podían conseguir por aquellos lares. Se regocijaba con solo pensar en la rica cena que tendría esa noche en su casa de la playa, le gustaba cocinar afuera en la arena y tenía dispuesta siempre su parrilla, no fuera cuestión de perderse la ocasión de cocinar bajo las estrellas y con el sonido del mar de fondo. Con su gancho también fue pescando peces desprevenidos que quedaron atrapados entre las piedras, se sonreía pensando en los manjares que tendría por varios días, en estos pensamientos estaba cuando no vio el erizo de mar delante de el hasta que lo piso. Se había acostumbrado a andar sin calzado para no patinar en las piedras, por esto fue que sintió en todo su cuerpo y en cada uno de sus nervios el aguijón certero que le quemó hasta la última sensación de placer que tenía en ese momento pensando en su cena. No gritó, pero el sonido gutural que nació de su pecho no parecía humano, algo así como el gruñido por lo bajo de un lobo que se siente acorralado. A los saltos se fue hasta la arena en donde se sentó con mucha dificultad, con un suspiro sacó de su bolso el cuchillo largo y de poca hoja que usaba para filetear la pesca y mordiendo el cabo del cuchillo procede concienzudamente a cortar alrededor de la espina que se había clavado profundamente en su pie, para retirarla por completo sin que se rompiera ni se quebrara dentro de la carne. Su cara fue tomando el color del verano, pasó por el otoño y luego terminó en un color invernal, así de dolorosa era la operación que se estaba haciendo, vio muchos pescadores perder los dedos por infecciones con ese tipo de espinas, donde se rompía dentro, no salía más. Era necesario “cortar por lo sano”, como no tenía intenciones de perder su preciado pie, prefirió perder solo un pedazo de carne. Sabía que se iba a desmayar, se apresuró a taponarse la herida con alga fresca y envolverla con un pañuelo antes de que la obscuridad llegue a su mente. Antes de caer al suelo, recordó un dolor como el que estaba sintiendo, hacía mucho tiempo atrás, un dolor que había olvidado por completo.

El chasquido del látigo amortiguó el rasgar de la piel de su espalda, atado a un poste recibía el quinto latigazo, la gente hacía apuestas para ver en cual golpe se desmayaba el hombre. De su pelo lacio goteaba el sudor como una catarata, la sangre humedecía la arena a sus pies y apretaba tanto los dientes que estaban a punto de astillarse. No les iba a dar el gusto de escucharlo gritar, es seguro que moriría pero lo haría demostrándoles que era más fuerte que el látigo. El verdugo hizo un descanso al décimo latigazo, una mujer de la multitud se apiadó del hombre y se acercó a darle agua de un odre, a lo cual el amo del látigo solo gruñó con poco entusiasmo mientras quitaba la sangre del trenzado de cuero.
Antes de irse la mujer coloca una pequeña daga en sus manos atadas y con una sonrisa le desea buena suerte.
El verdugo estira su látigo en el suelo dando por finalizado su descanso y deseoso de escuchar el alarido del hombre castigado toma impulso para dar el golpe con todas sus fuerzas. La incredulidad se pintó en su cara cuando la punta de su instrumento de castigo se estrelló contra el poste donde un segundo antes estaba Moreno. La daga pequeña pero afilada como un bisturí se clavó en el cuello del verdugo, mientras este se desangraba en un abrir y cerrar de ojos y ante el asombro de la gente, toma el látigo del suelo y haciéndolo restallar en el aire para que nadie se acerque, retrocede lentamente hasta donde todavía estaba su caballo atado a la sombra de una palmera, se sube con mucho trabajo a su montura y se va de ese lugar maldito prometiéndole con la mirada a la gente que volvería. Pero esa es otra historia.
Se despertó con las punzadas de su pie cortado, revisó el apósito improvisado y satisfecho busco su bolso con la pesca.
Dolorido volvió caminando muy despacio a su choza, usando el gancho como bastón, tenía una rica cena que preparar.

0 comentarios:

Publicar un comentario