jueves, 30 de diciembre de 2010

3º RECUERDOS


El muchacho sostenía aún en sus manos el cuchillo ensangrentado, la mirada perdida sin saber que hacer. En el suelo delante de él, estaban los cuerpos en un charco de sangre, eran sus padres adoptivos.
Apenas lo conocieron en esa playa al desembarcar en su bote, lo quisieron como si fuera el hijo que no podían tener. El sentimiento era mutuo, a pesar de ser muy callado y reservado, Moreno expresaba todos sus sentimientos a través de sus ojos verdes y cuando la miraba a su madre, se podía notar el cambio en ellos. Una tonalidad más clara y un rostro más relajado aparecían en ese muchacho olvidado por el mundo.
Hasta ese día todo era perfecto en la nueva vida de Moreno, luego de estar meses trabajando como jardinero para la pareja, le cuentan de la decisión de adoptarlo legalmente para que fuera su hijo. La sonrisa del muchacho triste se convirtió en una sonrisa que hasta ese día nunca le habían visto. Su rostro se iluminó, los ojos brillaron y se le formaron hoyuelos producto de esa primera sonrisa.
Se arrodilló al lado de su madre y mientras le acariciaba el pelo, quitó el collar de su cuello y se lo guardó en el bolsillo. En su padre buscó la billetera en donde estaba la única foto que tenían los tres juntos. Juntó el dinero que pudo ahorrar durante todo el tiempo que pasó con ellos, dio una última mirada a sus padres y salió de la casa. Mientras se lavaba las manos rojas de sangre en el jardín, comenzó a recordar lo sucedido minutos antes.
Al escuchar los gritos de su madre entra corriendo al comedor, lo primero que ve es a un hombre ultimando a  cuchilladas a su padre y su madre intentando llegar a la puerta arrastrándose en el suelo. De un salto cayó encima del hombre y de una patada le quita el arma, que cae a poca distancia, se interpone entre el cuchillo y su padre. Una rápida mirada le cuenta que su madre se desmayó y no puede ayudarle. Ante la indecisión del asesino, toma el cuchillo en sus manos y lo amenaza blandiéndolo con coraje. El ladrón decide retirarse riéndose, las huellas de Moreno en el arma homicida le darían la ventaja de escaparse de culpa y cargo.
Al volver con sus padres, se da cuenta que los dos murieron y ya nada podía hacer por ellos. Solo quedaba huir. Sabía que no le creerían la historia de un ladrón sorprendido en la casa.
Volvió a entrar luego de lavarse bien y sin  mirarlos, fue directo a su habitación en donde en un solo bolso guardó sus pocas pertenencias, la ropa y el revólver de su padre, en algún momento quizá le fuera necesario usar el arma.
En una librería de la ciudad compró mapas y marcó en ellos los lugares en donde había faros, quería vivir cerca de uno. En el puerto mientras esperaba que zarpara su barco, recordó a su familia y lloró.

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