martes, 24 de abril de 2012

25º CORAZÓN


La lluvia cubría la playa desierta, la luz de los rayos iluminaban el mar. Las estrellas lejanas no podían salir a festejar la noche, las nubes negras cubrían todo el cielo.
Moreno acostado en la arena, dejaba caer cada gota de lluvia en su piel. Dormitaba cansado por el esfuerzo de nadar tanto, sus barco había naufragado unas horas atrás y aunque se veía la costa desde donde comenzó a nadar, no se encontraría con ninguna nave de salvamento que fuera en sus ayuda, la tormenta era tan fuerte que nadie se atrevía a salir, ni siquiera la guardia costera.
Así que tuvo que tuvo que usar todas sus fuerzas para sobrevivir. No era la primera vez, ni sería la última en la que su vida corría peligro. Estaba tan acostumbrado que era algo que lo tomaba casi con burla. Se mofaba de la muerte, que inútilmente lo buscaba una y otra vez. Su forma de ser era así, encaraba al destino que se le interponía en el camino. Pero había algo que lo llevaba a nadar con todas sus fuerzas, la promesa del reencuentro con Elizabeth.
Pero no sabía lo cerca que estaba de ella, unos pocos kilómetros, ella se encontraba en Marruecos en su gira fotográfica.
No le preocupaban los tiburones, con la terrible agitación del mar, era improbable que salieran a buscar comida en la superficie agitada. A lo único que le temía es que el mar embravecido lo azotara contra las rocas o el coral, si el golpe no lo mataba el olor de la sangre manando de su cuerpo atraería indefectiblemente a los predadores.
La costa estaba cada vez más cerca, podía ver las luces a lo lejos. Descanso unos minutos, el esfuerzo de pelear con las olas era terrible. Varias veces lo cubrieron completamente, creyendo que era su fin se encomendó al destino y siguió nadando. Las olas cada vez más fuertes le indicaron que estaba cerca de la costa, había sido arrastrado hasta una zona muy obscura, no se veían casas cercas. La obscuridad era total. Una forma conocida y añorada le devolvió la cordura, sacó fuerza del corazón y nadó los últimos cientos de metros. Una ola lo depositó sobre la arena y se arrastró hasta estar seguro que podría acostarse a descansar sin temor de ser arrastrado nuevamente mar adentro.
No supo cuanto tiempo estuvo tirado, pero se hacía de día. Se levantó tambaleando y caminó hasta el faro, como si lo esperara para vivir una vez más con sus recuerdos.

1 comentario:

  1. como siempre el Faro es el Faro!! una historia fascinante y digna de ser leìda..... que fuertes son las experiencias de Moreno!! hombre fuerte y sufrido!! hermoso capítulo...abrazo Gabriel!

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